La investigación científica desarrollada en México en los últimos años demuestra que aunque el fuego puede originar grandes desastres, sobre todo si crece a través de las copas de los árboles, también cumple una función ecológica esencial en muchos ecosistemas, en particular en los bosques templados (justamente, los de pino y encino) y en los matorrales. Un incendio superficial es a menudo benigno, pues propicia la regeneración, el rebrote de semillas y la presencia de ciertos animales adaptados a ese entorno cambiante. En cambio, puede destruir cosas valiosas en otros ecosistemas, como la selva húmeda o el bosque de niebla (o mesófilo de montaña).
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